El precio de la verguenzade Mónica Lewinsky
Análisis realizado por la periodista María Fernanda
Zavala Reynoso; Universidad Panamericana
Es un hecho, la revolución y evolución
digital existe, ya no es necesario recurrir a medios físicos como los
periódicos, o medios audiovisuales limitados como la radio o la televisión para
enterarnos de cosas que pasan en el mundo y de información que permite que
nosotros creamos, un criterio propio. ¿Por el hecho de que hoy tenemos
información a nuestro alcance en el tiempo y lugar que queramos esto significa
que nuestro criterio sea más rico y humano? La respuesta es no, no siempre. Hoy
en día es muy común hablar de la “libertad de expresión y pensamiento”, que se
confunde mucho con la Post-verdad, definida como "algo relativo a o denotando circunstancias en las que hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que apelar a la emoción o las creencias personales”.
Lo que es considerado
bueno ahora en nuestros tiempos carece de valor, porque hoy en día lo que
importa no es ser bueno, si no tolerante a las cosas que pasan a nuestro
alrededor con la excusa de que estas nos preparan para aceptar la realidad y
hacernos más “fuertes”. Ahora es importante preguntarnos, ¿Es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma? Este mundo nos ha tratado de convencer que sí. Tal como dijo Mark Twain alguna vez, "es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados". Aunque vivamos una misma situación todas las personas en un lugar, nuestra historia puede ser diferente según nuestras experiencias a lo largo de nuestras vidas (comenzando con la niñez), nuestra madurez, percepción y perspectiva de esa situación.
Todas estas situaciones y cosas nos hacen
ser quienes somos. Y al final TODOS somos personas y tenemos dignidad por
igual. Cuando no se conoce la completa historia sobre algo o alguien, en vez de
pensar (que es más difícil) terminamos juzgando creando nuestras propias
conclusiones. Destruir la dignidad de alguien por dinero no es humano, contar
historias que no nos corresponden por fines propios no es humano, porque
incluso la humillación es un sentimiento más fuerte que la felicidad o la ira.
Usualmente las personas al tratar de sentirse especiales terminan deshumanizándose
a ellas mismas y a los demás. Nadie es especial, pero tampoco nadie es igual. Y
no es lo mismo la “atención” que la “intención”.
Tenemos muchos estereotipos y creamos la
historia de los demás en nuestra cabeza como si esa fuera la historia absoluta
y final como lo hacen a veces los corrompidos medios de comunicación de los
cuales a veces nos quejamos pasos. Irónicamente, criticamos nuestros defectos
reflejados en algo o alguien ajeno a nosotros, absolviéndonos de todo “pecado”
y culpa. Criticar se limitaba a las personas a nuestro alrededor, pero gracias
a esta ya mencionada “revolución digital”, es más fácil que las cosas
personales que se vuelvan públicas. Acontecimientos y accidentes transmitidos
en la televisión sin ningún tipo de censura ¿es necesario? Hoy en día eso tiene
nombre, y es el acoso cibernético. El cual ha cobrado la vida de miles de
personas a gran escala y de manera más rápida y eficiente, tristemente, como si
habláramos de un “trabajo a terminar”.
Si el mero error de la persona, grupo o
institución publicado crudamente no los mata ya, los medios de comunicación lo
pueden hacer (y si ese es su fin, créanme que lo harán). No solo publicar sino
también el hecho de robar información es impresionante, sobre todo porque no se
sanciona como un delito (es más, quizá en muchas partes del mundo no es
considerado como uno). En pocas palabras, vivimos en una “cultura de
humillación” ya que la gente se aprovecha de otros a su beneficio. La
humillación pública es un producto y la vergüenza una industria. Entre más nos
acostumbramos a este tipo de chismes e información desconcertante (e incluso
perjudicial para nuestra sensibilidad humana), más insensibles nos haremos a
las vidas humanas detrás de esas historias.
Entre más insensibilidad, más difícil
parar, y no podemos ver esto como algo normal… Cuando el hombre pierde su
criterio a opinar sobre la dignidad de los demás, también pierde la suya.
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