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Análisis libro: "Entre las cenizas: historias de vida en tiempos de muerte"



Análisis realizado por la periodista María Fernanda Zavala Reynoso; Universidad Panamericana

Hace algunos años, bastaba no meterse con bandos criminales para estar a salvo del peligro, la corrupción (incluso personal) y de la desgracia que le podía ocurrir a un sin fin de familias y personas. Vivimos en la época del horror: La inseguridad. Después de leer el prólogo y los primeros capítulos del libro los autores nos hacen pensar inconscientemente, ¿De qué sirve compartir en los medios lo que pasó, si lo que pasó, pasó? Historias de sobrevivencia son hoy en día las que más valen la pena ser escuchadas y compartidas, son aliento de vida. Pero para los periodistas, es muy difícil darles una real continuación a estas historias ya que es muy fácil paralizarse por el shock de las atrocidades que ven con sus propios ojos, al igual que saben que su pellejo podría estar en juego por decir la verdad. 

Tal y como decía el libro, “esta guerra no merece ser contada sólo desde la sangre y brutalidad, si no desde la dignidad de los sobrevivientes, desde las personas que no temieron decir la verdad aún sus voces morían de miedo”. Escribir historias de guerra no es sencillo, ya que los periodistas se enfrentan incluso a sus propios idealismos y convicciones. Las ponen en práctica (y algunas en duda), al igual que están obligados a ver la realidad de blancos y negros, buenos y malos, etc., tal y como es. No se beneficia a un bando por simpatizar, si no por defender la verdad cueste lo que cuesta. Básicamente eso, decir la verdad. La guerra obliga a los débiles a convertirse en fuertes, y uno nunca sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es la última opción que queda. 

Un buen periodista no se debe esforzar por ser especial o famoso, si no por ser humano, mantener esa parte intacta. Están en contacto con la gente más afectada, y es así como pueden ver el mundo desde sus anteojos, no con los anteojos que los medios de comunicación nos han hecho usar desde la comodidad de nuestras casas. Los anteojos de los cómodos ignorantes, y peor aún, la de los indiferentes. Se puede decir que la esperanza en tiempos de guerra más que un puerto, es un horizonte.  Es como la anarquía: Ésta siempre estará diez pasos enfrente de ti, ¿Entonces para qué tratar de alcanzarla? Para seguir caminando, precisamente. Tal como un camino largo que se anda a pequeños pasos. 

Sin embargo, avanzaremos con más eficacia si estamos todos juntos, todos unidos. Ya que juntos podemos dejarle de dar croquetas al perro, y si este no reacciona y las sigue exigiendo, envenenarlas. Si no respetan nuestra libertad, tenemos derecho a tomarla. Siempre con el pacifismo como primera opción, claro está. Sin embargo, desde el comienzo de la historia, ésta se ha escrito en su mayoría con sangre. ¿Podrían acaso los periodistas ser capaces de cambiar esto y escribirla con pluma? Cada quien tiene su propia lucha, su forma de enfrentar los problemas, etc., pero nadie se libra de la responsabilidad que uno tiene de mejorar su vida y la de otros haciendo más que solo dar el ejemplo. Ésa es una vida verdaderamente honorable. 

Al ser conscientes de las necesidades de los demás, pero más aún, del valor de estos, hablando del valor de sus vidas como sus muertes al llegar, será un hecho que esta pérdida nos cambiará (y con suerte, para siempre). Uno decide cómo llevar esa pérdida. Somos vulnerables, así es la conducta humana. Pero el pasado no puede “tocarnos” a menos que se lo permitamos. Hay que darle un buen sentido propio, guiado a un fin beneficioso: el de hacernos más fuertes. Tenemos una gran responsabilidad personal y colectiva, donde solo ayudando a los demás podremos ayudarnos a nosotros mismos. Un buen periodista hace eso, hacer que los demás se ayuden entre sí haciéndolos más humanos, haciéndoles ver lo que ellos ven. 

Pocas cosas, entre ella la muerte, verdaderamente nos obligan a salirnos de nuestra zona de confort. Hay que aprovecharla y usarla nuestro favor, recordando quienes somos y cómo acabaremos. Lo que nosotros lograremos haciendo eso, será poder decidir ese fin: Un fin trágico o un fin digno. Ahora podemos hablar sobre los asuntos de la tierra, ¿Qué es tierra? ¿Cuál es el significado de ella? Los mexicanos siempre han sentido esa necesidad de luchar por la injusticia desde sus ancestros. Como la independencia de   México, su revolución, etc. ¿Y todo por qué? Por la tierra. La tierra y su valor. La tierra y la injusta repartición que se le da, donde su riqueza está en pocas manos. La mayoría de nuestros valores, costumbres y tradiciones, etc., han permanecido con el tiempo y en la historia de México gracias en parte a los periodistas por medio de citas y experiencias documentadas, y nosotros como tales protegemos nuestras tierras y los valores que se transmitieron de generación en generación por medio de ella. 

Y al final insisto: No todo lo referido al pasado, se refiere a algo tan lejano. Muchas de nuestras luchas pasadas siguen presentes en nuestros días, reencarnando en algo mucho más grande cada vez. Pero al igual que las luchas, la "palabra" también se está volviendo algo más grande, ya que ésta puede justificar, darle, y por qué no, quitarle el poder alguien. Hablando desde las fuertes noticias que circulan de manera física y digital hasta la poesía política, las cuales tienen gran impacto social hoy en día. A pesar de nuestra libertad de expresión por estos medios nos sentimos incómodos. Sí, los mexicanos nos sentimos incómodos al cuestionarnos aspectos preestablecidos o incluso por cuestionar actos atroces que la llamada “evolución progresista” quiere defender como algo natural y bueno, resultando algo incómodo. 

¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? Algo que un buen periodista debe tener muy en claro sin duda alguna. Dejarse manipular por conceptos creados por nosotros mismos como humanos para justificar nuestros “pecados” es la forma más eficiente de permitir que la muerte de gente inocente siga siendo la portada de los periódicos (y triste fuera, que, por el hecho de ser tan común, se termine convirtiendo en algo sin importancia). Periodistas y cronistas anarquistas moralistas sería el término que usaría su servidora para describir a la resistencia no física más poderosa de los medios de comunicación quienes re-escriben y re-leen sus contenidos antes de ser publicados, ya que pueden tener consigo grandes implicaciones éticas. 

Podemos re-escribir nuestra historia con pluma, ya que siempre habrá simpatizantes de la verdad fuertemente expuesta por, por ejemplo, estos cronistas (y mejor aún, entre cronistas). Al final, dos cabezas piensan mejor que una, cuatro oídos escuchan mejor al igual que cuatro ojos con un más amplio panorama.  Incluso como ya comentamos, los mismos sufrientes permiten documentar sus propias experiencias como cantos libertarios de supervivencia y esperanza por medio de los periodistas con la cabeza en alto y decididos de que el gobierno pagará por todo lo que ha hecho (o permitido hacer). Muchos dicen que la esperanza es lo último que se pierde, yo digo que es la voz y la fe: rendirse es inaceptable, la fe ha sido la única con la suficiente fuerza para haber salvaguardar dado la existencia del país desde tiempos remotos. 

Y es irónico, ya que la respuesta que siempre recibimos al exigir justicia es “cierren la boca”. Nuestras heridas no han cerrado, y, por lo tanto, tampoco lo puede hacer nuestra boca...

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