Es un hecho que el populismo ha sido desde hace mucho tiempo una tendencia política súper utilizada debido a (por lo general) las positivas respuestas que éste logra en la gente. Un gran populista fue en su momento Barack Obama en los Estados Unidos, donde (como el nombre de la técnica lo dice) se enfocó en discursos y acciones enfocados en defender los intereses y las aspiraciones del pueblo. En este caso, hablaremos del populismo de Andrés Manuel López Obrador en México, desmenuzando así la fórmula en la que se basan la mayoría de los populismos en América Latina.
El populismo al principio parece noble pero rara vez la realidad es como la pintan estos políticos. Personalmente, yo considero que no en todos los casos tiene que ser manipulador o falso. Estoy de acuerdo con el punto de que un populismo responsable puede traer consecuencias muy positivas, cuando el entendimiento y la preocupación por el pueblo es real como el caso del populismo ruso con Putin, icono de los populismos euro atlánticos. Pero hablando específicamente de AMLO, su populismo nos muestra la otra cara de la moneda, como método de manejo de las masas sobre todo ignorantes y fáciles de persuadir, por medio de publicidad y conferencias públicas engañosas y confusas. Le da al pueblo una esperanza, pero desde la perspectiva de los datos incompletos (y algunos manipulados) que él quiere, tratando de callar y desviar la atención que puede llegar a tener la exposición de información sin censura.
Un ejemplo de esto, fue una miniserie formato documental que llegó a ser muy popular en su momento en la etapa de campaña del 2018 llamado “Populismo en América Latina”. No solo se buscó evitar que la publicidad de este documental tuviera frutos, sino que se buscó multar a los creadores de éste en el 2019. El Tribunal Electoral consideró que la publicidad contratada de manera irregular, incidió en la equidad de la contienda, poniendo una sanción de 350 mil pesos a cada uno. Resulta preocupante ya que no se trata de un material necesariamente contra AMLO, sino que lo utilizan como un claro ejemplo de lo anteriormente expuesto. Está más que claro que el derecho de la libertad de expresión no fue respetado, ya que en ningún momento se quebrantó o desafió la ley, mostrando cómo un populismo mal llevado puede convertirse fácilmente en una dictadura de censura.
Si bien para muchos de nosotros nos
puede parecer algo obvio o fácil de percibir, para la mayoría de los mexicanos
no es así. La educación en México es pobre, al igual que el alcance a buenas
fuentes de información (medios como la televisión abierta, por ejemplo, son
sumamente manipulados) por lo que (a pesar de que no estoy de acuerdo) el
populismo de AMLO es una estrategia más que inteligente, ya que la aplica en un
país sumamente ignorante.
Me recuerda mucho a las estrategias que utilizaron los grandes dictadores fascistas/nacionalistas/totalitaristas como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, etc., personas que nacieron y empezaron “desde abajo” como la mayoría de los mexicanos (pobres y sin muchas expectativas para el futuro) y llegaron hasta donde están como salvadores del pueblo (o, mejor dicho, la voz del pueblo). No es raro pensar que incluso se identifican muchísimo más con AMLO de lo que algún día podrán identificarse con políticos como Ricardo Anaya (ya que, a los ojos de la mayoría de los mexicanos, nunca podría entender/ponerse en el lugar de ellos, por consiguiente, no podría cubrir sus necesidades).
Su populismo y una mezcla de
iniciativas inspiradas en el socialismo (como el de mantener a los ninis) le dieron a la gente de “MORENA”
de México más que razones suficientes para elegir a AMLO, como su representante
y salvador. No hay que equivocarnos. Aunque los dirigentes populistas se puedan
proclamar enemigos de los políticos y exijan el poder, ellos siguen siendo
políticos. Quieren gobernar, y quieren poder. Y cuando llegan a él,
probablemente no les importará o les importará menos lo que quiere su pueblo.
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