El periodismo mexicano atraviesa la más seria emergencia de su historia hablando del narcotráfico y negocios ilegales entre México y el mundo. Además, la narco-cultura sigue siendo idealizada gracias a la poca información y la culpabilización hacia los ‘gringos’ de nuestra miseria, contribuyendo a ver a los narcotraficantes como “Robin Hoods”. El educarnos (no solo como periodistas) y educar a los lectores siendo un líder de opinión es indispensable para evitar la ignorancia y mostrar un panorama difícil pero real. Por otra parte, hay una gran desconexión entre la labor periodística y el rico debate académico sobre las drogas siendo otro punto importante a cubrir de manera profunda (cómo debería ser).
Si tuviéramos que comparar a Estados Unidos, México y Colombia, para la prensa estadounidense, la dificultad es esencialmente intelectual. Esto refiriéndose a aprehender y contar un problema inmensamente complejo en toda su riqueza y sus contradicciones. Por otra parte, para la prensa mexicana, a pesar del mismo desafío y similitudes, se está ante la emergencia de encararlo mientras se bate por su supervivencia. Finalmente hablando de la prensa colombiana, está involucrada también en la lucha antidrogas estadounidense siendo parte de la cadena de producción y distribución, al igual que su importante influencia en México (con su presunta ‘colombianización’) al igual que importantes antecedentes que marcaron historia, como Pablo Escobar.
Escobar fue famoso en los años ochenta cuando los narcotraficantes mataron autoridades y dueños de periódicos, activando una solidaridad inmediata. Después de muchos muertos y una década después, se fundaron las organizaciones periodísticas que hoy intentan defender al gremio y hacerle justicia al periodismo. En México, en cambio, los asesinatos han sido casi enteramente de periodistas locales lejos de la capital, en regiones desconocidas. Por eso, más que esperar una sensibilización inmediata México está en el camino de encontrar una colaboración individual y asociaciones organizadas guiadas a un fin en común. Es una pena que el hecho de que casi nadie recuerda a la mayoría de los periodistas que murieron a manos de la injusticia o pagando el injusto precio de usar su voz, en casi ningún común.
Es verdad que el fenómeno de trasiego de las drogas y narcotráfico existe desde hace mucho tiempo, sin embargo, el brote de violencia inició a mediados de esta década como un fenómeno nuevo a cubrir y tratar, sobre todo restringida a ciertos territorios de producción. Y desde que el presidente Calderón declaró la guerra contra las drogas, no sólo aumentó de nivel y se volvió brutal, mostró que el pactar con el narco y luego “rajarse” no fue una buena idea después de todo. Hay que tener presente que la lucha antidrogas estadounidense no solo ha involucrado a México nada más, sino a países como Colombia desde la década de los 80, con el narcotráfico trasladado en lanchas y avionetas para llevar cocaína a través del Caribe. Convirtiendo a esta “trinidad” como la principal abastecedora de drogas.
El tratado de libre comercio facilitó aún más el trasiego de drogas como la marihuana y la heroína hacía suelo americano, al igual que las políticas “friendly” en algunas drogas sirviendo como incentivo para las bandas que traficaban. La mayor diferencia con Estados Unidos es que los asesinatos ligados al narcotráfico, no es igual a la que enfrentamos junto con Colombia, con decapitaciones, desmembramientos y en el caso de los inmigrantes, ser utilizados por los mismos criminales. De hecho, los grupos del narcotráfico operan en lugares donde hay altas concentraciones de mexicanos (los carteles no podrían tener el negocio que tienen sin tener contactos en todo el país).
Después de la caída de los grandes colombianos a mediados de los años 90, fue solo cuestión de tiempo para que los mexicanos tomaran el control del trasiego y se volvieran todavía más poderosos a los ojos de los americanos. En México hay muchos grupos de periodísticas que buscan cambiar la situación y las perspectivas sociales, con la debilidad de que la mayoría de ellas a su manera. No hay alianzas, y además se enfrentan a una falta de solidaridad y todos los desafíos que involucran la cobertura de drogas de manera internacional como el caso que se expuso de Colombia sin exponerse a demasiados riesgos.
Aunque la historia del narcotráfico en México y Colombia es parecida mas no idéntica, Colombia sirve como una guía clarísima: tuvieron que pasar varios años y miles de muertos a causa de la violencia del narcotráfico para que naciera la iniciativa de fundar organizaciones de defensa gremial. Pasó en Colombia a finales de los años 90 después de la caída de los carteles más importantes de Medellín y Cali, al igual que la muerte y captura de sus líderes. Llegó tarde, pero nada es imposible. Debemos ser cautelosos con las expectativas y fijar metas realistas en cuanto a cooperación, ya sea en el ámbito periodístico informativo o hablando meramente de solidaridad humana.
Debemos tomar conciencia de los diversos desafíos a los que se enfrentan los periodistas al tratar de informar al mundo de todo lo que acapara la guerra de las drogas y el narcotráfico y cómo ello exige ya abre nuevas oportunidades a la libertad de prensa. Hace falta una ardua investigación de lo que pasa sobre todo en las fronteras, erradicar esas limitantes y cruzar una barrera de manera organizada y protegida para evitar pérdidas humanas al igual que información valiosa y necesaria para entender este fenómeno. Para ello se deberá profundizar en la historia no solo de México, ni de Colombia, ni de Estados Unidos, sino en la historia global del narcotráfico y la información que hemos pasado hasta ahora que aún no se sabe.
Esto se logrará por medio de alianzas y colaboraciones guiadas a un fin común, entre medios locales, nacionales y hasta la prensa extranjera para encontrar esa información y saber cómo erradicar el problema juntos. Un país es responsable de lo que pasa en sus tierras, al igual de lo que su gente hace en tierras ajenas sin protegerse de prejuicios y estereotipos. Todos tenemos la culpa de tantas muertes inocentes, y está en nuestro deber como periodistas hacer algo al respecto.
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